El Gobierno dominicano luce atrapado en el relato sobre las causas de la inflación, que es importada, transitoria, que en otros países es más alta, que se modera y tiende al rango meta, que la de aquí no es mayor por los subsidios otorgados por el gobierno; contrario al discurso cuando formaban parte de la oposición, en la que prometieron bajar los precios de la canasta básica en un 30%, modificar la ley de hidrocarburos, porque la fórmula de los combustibles era abusiva y una correcta aplicación hace reducir el precio en un 10%.
A pesar de llevar casi un año y medio dirigiendo la administración pública, la realidad es que la economía dominicana tiene inflación. El movimiento de los precios pospandemia comenzó en junio del 2020, cuando se incrementó en un 1.7% solo en ese mes, desde entonces hasta diciembre del 2021, ha acumulado un nivel sin precedente en los últimos 15 años, al registrar un 15.2%, siendo ese dato, la mejor demostración de que la economía no tiene carácter transitorio, que llegó para quedarse, al menos hasta ahora y con perspectiva a que se mantenga por más tiempo y que poco o nada se ha hecho para combatirla.
La inflación siempre es preocupante y se torna brutal, cuando las expectativas aumentan acerca de mayores incrementos de precios en el futuro cercano y la población no observa acción gubernamental, como principal actor para combatirla, quedando los más pobres desprotegidos y la clase media golpeada, porque cada vez la gente tiene menos capacidad de compra para adquirir en cantidad y calidad lo que antes podía.
La población está desesperanzada, no percibe que las autoridades la defienden, considera que solo están en atribuirle la culpa al contexto internacional; en cambio, cada vez que las personas salen a comprar, pegan el grito al cielo, pero no al primero, de los tres que menciona la Biblia, sino al segundo, con la esperanza de que sean escuchado, al llegar al tercer cielo donde mora Dios y ante la ausencia de quien lo defienda, acude al todo poderoso, como recurso de última instancia.
En materia de incremento de precios, un gobierno está para actuar no para culpar y mucho menos para no priorizar el principal problema que tiene la gente, la inflación. En el 2021, en materia económica la prioridad gubernamental fue el turismo y el producto interno bruto (PIB); mientras, la inflación crecía, penetrando a los hogares de los dominicanos, como invitada, pero no, es una intrusa que empobrece, con el agravante de que la población en lo oficial no tiene quien la defienda.
La subida de los precios ha continuado en el 2022, indicativo de que camina sin objeción ante la inacción oficial, por eso no podemos afirmar que se ha perdido la lucha contra la inflación, porque ni siquiera se le ha enfrentado, a la espera de que se modere en el plano internacional, debido a que en su relato, la culpa la tiene el mundo, al tiempo de pretender quitarle responsabilidad a la política pública, tal vez por eso, en el programa monetario del 2022, no se incluyó, como en los anteriores, la Base Monetaria Restringida por trimestre, imposibilitando a los usuarios no poder monitorear el papel de esa variable en la generación de inflación actual.
El 2022 no inició con buenas noticias, el precio del barril del petróleo se situó en los primeros días de febrero sobre los US$90.00 el barril, el denominado West Texas Intermediate (WTI) y con perspectivas de que siga en aumento, en contraposición al estimado en el programa monetario, que es de US$68.40, lo que invita a una reestimación, a fin de poder ajustar las acciones para mitigar la inflación de la manera más anticipada posible por parte de los agentes económicos y los consumidores.
El escenario internacional puede complicarse, de llegar la situación entre Rusia y Ucrania a un enfrentamiento militar, porque presionaría aun más hacia el alza a los precios del petróleo y otras materias primas, como el maíz y el trigo, debido a que ambos países son importantes productores de esos cereales.
Se hace urgente que las autoridades elaboren un plan nacional contra la inflación, que lo den a conocer y lo implementen de inmediato, de no resultar así, estarían dejándole el comportamiento de los precios al azar, amenazando así al desempeño económico del 2022, el que, de no alcanzarse, la economía quedaría frente al escenario de una estanflación, en la que en forma simultánea se produce un incremento de precios y estancamiento de la actividad productiva y comercial y probablemente, también de desempleo.
La reacción tardía de ajustar al alza la tasa de política monetaria para reducir la inflación, aun proyecta un crecimiento del PIB entre un 5.5% y un 6% en el 2022, indicativo de que continuaría sobre el aumento potencial de la economía, razón por la que, el instrumento monetario luce insuficiente en su incremento, teniendo la expansión de la economía el efecto colateral negativo de aportar al crecimiento de los precios.
Un escenario como el descrito, puede hace caer a la economía en una trampa, complicando la caja de herramientas monetaria y fiscal para afrontarla y salir de ese posible escenario. Imperativo resulta, emprender acciones antes de que la inflación no sea más persistente e intensa y con mayores niveles del que hasta ahora ha alcanzado.
La inflación, sin lugar a dudas, tiene atrapado al Gobierno, impidiéndole contar un relato creíble y accionar. Es como si los que hacen políticas públicas nunca padecieran de incrementos de precios, y por eso se les imposibilita articular respuestas para combatirla; sin embargo, los sectores de la población de más bajos ingresos, de las que se nutre el partido gobernante, les afecta como al resto de la gente y ellos también están inconformes.
En adición al tema de la clase social a la que pertenecen los que dirigen la política económica, está el punto de desconocer la economía política de las políticas públicas que implementan o dejan de ejecutar, como una expresión de que no saben gobernar para manejar crisis de precios.
El Gobierno, así como le ha prestado mucha atención al sector turismo, manteniéndole todo tipo de facilidades impositivas, como si estuvieran en la etapa del fomento y se traduce en gasto tributario, cubriéndole también, parte de la campaña publicitaria, con el sector que paga el segundo salario más bajo de la economía dominicana y hasta pedirle a la clase media que se endeude para pasarse un fin de semana en un resort, igual dinamismo y entusiasmo debe tener para combatir la inflación y asistir a los más afectados, a fin de evitar caer atrapado en el rechazo del sentimiento popular.