Los responsables de la formulación de políticas no deberían haber sido tomados por sorpresa por el aumento de los precios y la escasez de bienes y mano de obra. Prácticamente, toda la agenda pospandémica se basa en políticas que avivan la demanda y desalientan el trabajo, lo que hace que las limitaciones del lado de la oferta sean completamente predecibles.
STANFORD – La inflación en aumento, los precios de la energía disparándose a las nubes, los cuellos de botella en la producción, la escasez de suministros, los fontaneros que no devuelven llamadas, todo esto muestra que la ortodoxia económica acaba de toparse con un muro de realidad llamado “oferta”.
La demanda también es importante, por supuesto. Si las personas quisieran comprar la mitad de lo que compran, no se producirían los cuellos de botella y la escasez de suministros de hoy en día. Pero la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos imprimieron millones de millones de dólares nuevos y han enviado cheques a casi todos los estadounidenses. La inflación no debería haber sido tan terriblemente difícil de prever; y, sin embargo, ha tomado a la Reserva Federal totalmente por sorpresa.
La excusa de la Fed es que los shocks de la oferta son síntomas transitorios de una demanda reprimida. Pero el trabajo de la Fed es, o por lo menos debería ser, calibrar cuánta oferta puede ofrecer la economía, y luego ajustar la demanda a ese nivel y no a un nivel mayor. Que la Fed se vea sorprendida por un tema relativo a la oferta es como si el ejército fuera sorprendido por una invasión.
La actual escasez debería cambiar las ideas. Se puede llegar a tener un respeto renovado por la escuela del ciclo económico real, que se centra precisamente en las limitaciones de la oferta y advierte sobre la muerte causada por miles de cortes provenientes de las ineficiencias de la oferta. Arthur Laffer, cuya curva que lleva su nombre anunció que las tasas impositivas marginales más bajas estimulan el crecimiento, debe estar riéndose de los ingresos récord que los impuestos corporativos están generando este año.
Del mismo modo, uno espera ya no escuchar nada más que provenga de la Teoría Monetaria Moderna, cuyos defensores abogan a favor de que el gobierno imprima dinero y lo envíe a las personas. Ellos proclamaban que la inflación no vendría a continuación, porque, como dice Stephanie Kelton en The Deficit Myth, “siempre hay holgura” en nuestra economía. Es difícil pedir una prueba más clara que niegue lo aseverado que lo que se está viviendo actualmente.
Pero Estados Unidos no debería estar en una situación de escasez de oferta. El PIB real (ajustado a la inflación) per cápita de Estados Unidos apenas superó su nivel previo a la pandemia este último trimestre, y el empleo general sigue aún cinco millones por debajo de su nivel máximo anterior. ¿Por qué la capacidad de oferta de la economía estadounidense es tan baja? Evidentemente, hay mucha arena en los engranajes. En consecuencia, la tarea de la política económica se ha visto trastocada o, más bien, se ha reorientado hacia donde debería haber estado todo el tiempo: centrada en la reducción de las ineficiencias del lado de la oferta.
Un problema subyacente hoy en día es la intersección de la escasez de mano de obra y el hecho que hay estadounidenses que ni siquiera están buscando trabajo. Aunque existen más de diez millones de puestos vacantes listados (tres millones más en comparación con el pico previo a la pandemia) sólo seis millones de personas están buscando trabajo. En resumen, el número de personas que trabajan o buscan trabajo ha disminuido en tres millones, de un nivel constante del 63% de la población en edad de trabajar, se redujo a sólo el 61.6% de dicha población.
Sabemos dos cosas sobre el comportamiento humano: Primero, si las personas tienen más dinero, trabajan menos. Los ganadores de la lotería tienden a renunciar a sus trabajos. En segundo lugar, si las recompensas provenientes del trabajo son mayores, las personas trabajan más. Nuestras políticas actuales ofrecen un doble golpe: más dinero para personas, pero gran parte de dicho dinero se les quitará si trabajan. El verano pasado, quedó claro para todos que las personas que recibían mayores beneficios mientras estaban desempleadas en comparación con los beneficios que ganarían trabajando no iban a volver al mercado laboral. Ese problema sigue con nosotros y se está agravando.
¿Recuerdan cuando los comentaristas advirtieron hace unos años que tendríamos que enviar cheques de ingresos básicos a los conductores de camiones cuyos puestos de trabajo pronto serían eliminados por la inteligencia artificial? Pues bien, empezamos a enviar cheques a las personas, y ahora nos sorprendemos de que exista una escasez de camioneros.
Prácticamente todas las políticas de la agenda actual agravan este desincentivo, añadiendo a las limitaciones de la oferta. Considere el cuidado de niños como un pequeño ejemplo entre miles. Los costos del cuidado infantil han sido proclamados como la “crisis” más reciente, y el proyecto de ley “Reconstruir mejor” propone un nuevo derecho con límites indefinidos. Sí, en verdad, un derecho, ya que el proyecto de ley indica que: “a todas las familias que soliciten asistencia… se les ofrecerá asistencia para el cuidado infantil” sin importar el costo.
El proyecto de ley dispara costos y desincentivos. Estipula que a los trabajadores de cuidado infantil se les debe pagar al menos tanto como a los maestros de escuela primaria (63,930 dólares), en lugar del promedio actual (25,510 dólares). Los proveedores deben contar con una licencia. Las familias pagan una fracción fija y creciente de los ingresos familiares. Si las familias ganan más dinero, se reducen los beneficios. Si una pareja se casa, pagan una tasa más alta, basada en los ingresos combinados de los dos esposos.
Ya que los pagos son proclamados como una fracción de los ingresos y el gobierno asume el resto de dichos pagos, ocurrirá una de estas dos situaciones, o bien los precios se dispararán o bien se deben instituir rápidamente controles de precios. Para aumentar a lo absurdo, la legislación propuesta requiere que los Estados implementen un “sistema escalonado” de “calidad”, pero otorga a todos el derecho a un puesto de primer nivel. Y este es sólo un pequeño elemento de un enorme proyecto de ley.
O considere la política climática, que se dirige hacia un rudo despertar este invierno. Esto también era previsible. El enfoque político actual es dar fin con el suministro de combustibles fósiles antes de que estén listas a gran escala alternativas confiables. Pregunta de repaso: Si se reduce la oferta, ¿los precios suben o bajan? Los europeos que este otoño se enfrentan a la subida de los precios de la energía se acaban de enterar de esta respuesta.
En Estados Unidos, los legisladores han ideado un enfoque de “gobierno integral” para estrangular a los combustibles fósiles, mientras repiten el mantra de que el “riesgo climático” amenaza con llevar a la bancarrota a las compañías de combustibles fósiles debido a los precios bajos. Veremos si los hechos avergüenzan a alguien en este punto. Suplicar a la OPEP y a Rusia para que abran las válvulas que nosotros hemos cerrado sólo llegará hasta cierto punto.
La semana pasada, la Agencia Internacional de Energía declaró que las promesas climáticas actuales “crearán” 13 millones de nuevos empleos, y que esta cifra se duplicaría en un “escenario de cero emisiones netas”. Pero estamos ante una escasez de mano de obra. Si no se puede contratar a camioneros para descargar barcos, ¿de dónde vendrán estos 13 millones de nuevos trabajadores y quién va a hacer las labores que ellos estaban desempeñando anteriormente? Tarde o temprano, tenemos que darnos cuenta de que ya no estamos viviendo en el año 1933, y que utilizar más trabajadores para proporcionar la misma energía es un costo, no un beneficio.
Es hora de abrir el cerrojo de los grilletes creados por nuestros gobiernos que están aprisionando a la oferta. Las políticas de gobierno impiden que las personas construyan más viviendas. Las licencias ocupacionales reducen la oferta. La legislación laboral reduce la oferta y las oportunidades, por ejemplo, las leyes que requieren que los conductores de Uber sean clasificados como empleados en lugar de contratistas independientes.
El problema de la infraestructura no es el dinero, es que las leyes y las regulaciones han hecho que la infraestructura sea absurdamente costosa, si es que se la puede llegar a construir. Los trenes subterráneos ahora cuestan más de mil millones de dólares por milla. Las reglas para las contrataciones, los mandatos para pagar salarios sindicales, las disposiciones sobre “comprar lo estadounidense” y las demandas legales presentadas bajo pretextos ambientales entorpecen las obras y reducen la oferta. Nos lamentamos porque existe una escasez de mano de obra; sin embargo, miles de posibles inmigrantes están desesperados por venir a nuestras costas a trabajar, pagar impuestos y poner en marcha nuestra economía.
Una escasez de oferta junto con inflación es una gran llamada de atención. La oferta y la eficiencia deben ser ahora las prioridades de nuestra política económica.
El autor
John H. Cochrane es integrante senior de Hoover Institution.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
Copyright: Project Syndicate, 2020