Todo Uruguay habla de lo ocurrido en un vuelo de Air Europa entre Madrid y Montevideo, contado con lujo de detalles en El País, decano de la prensa local.
No mucho tiempo después de partir de Madrid, para cruzar el Atlántico, una mujer de unos cincuenta años le dijo a su hija que se sentía mal. La hija llamó a la azafata. Pronto la tripulación tuvo la certeza de que estaba ante un problema grave.
Los altavoces requirieron si había un médico o sanitario a bordo. Esto despertó a Juan María Uriarte, anestesista e hijo del ex-ministro de Agricultura de Uruguay. “Cuando escuché el mensaje, pensé que sería alguien que se desmayó o que tiene ansiedad”. Pero las cosas tenían mucho peor pinta. Antes que él había acudido una doctora uruguaya que reside en España y que le dijo “creo que está muerta”, porque los brazos estaban fríos y no había pulso.
Con un tercer médico, también uruguayo, empezaron a reanimar a la mujer, provistos del botiquín del avión. Algunos pasajeros iluminaban con sus móviles la escena. La desfibrilaron. Y fue reanimada.
Pero la mujer no estaba en absoluto en condiciones de volar las ocho horas que aún restaban del vuelo.
Informaron al piloto de que definitivamente había que aterrizar para dar la atención adecuada a esta mujer. La tripulación facilitó todo de inmediato, aunque advirtió de que el aeropuerto de Sal, en Cabo Verde, en medio del Atlántico, tiene una pista corta, que dificulta el aterrizaje. Bajaron y aterrizaron.
Un médico subió y se llevó en ambulancia a la mujer y su hija. El avión repostó y siguió su viaje con nada menos que seis horas de retraso.
Juan María, el anestesista, al llegar a Uruguay llamó a la hija de la mujer, quien le indicó que su madre ya no estaba en riesgo y que estaba buscando alguna solución para retornar a España, donde se sometería a un tratamiento completo.
El vuelo y el incidente se ha convertido en tema de conversación en el pequeño Uruguay, con admiración por la actitud del personal de Air Europa.